6
Estoy a favor de la desigualdad económica que obliga a los pobres a
prostituirse. Si hubiese prosperidad general estaríamos fregados, las putas
serían señoras fieles a sus maridos, llevando a sus hijos al colegio en
vehículos caros, no habría forma de hacerles bajar la bombacha.
La necesidad las hace prostituirse, elimine usted la necesidad y se
acaban las putas. No es que sirvan de mucho, porque carecen de imaginación para
hacer el amor. La verdadera sensualidad en ellas está ausente, no saben (como
la pecadora de Baudelaire) “perder en el fondo de un lecho la conciencia”. Van
derecho a la mamada como robots, algunas incluso se quieren salir en medio del
vaivén, y hay que meterles un manotazo para mantenerlas quietas hasta acabar.
Créame, no hablo de oídas, como el pajero de Gabo, yo me las tiré por docenas.
Pero en fin, si no dan verdadero placer, al menos proporcionan un
desahogo cuando a uno lo aprieta el instinto. Entre las putas y nada, las
putas. Ese es mi lema, sobre todo desde que mi esposa me abandonó, alegando
locura...
Danton había pasado de la depresión al cinismo, revelando facetas
desconocidas en su carácter. Por lo visto, el encierro lo exasperaba, y poco
podía hacer su doctor, excepto ofrecer respuestas suaves como quien receta
calmantes:
Mi estimado:
¿No será que usted no sabe gozar en tales
circunstancias, quiero decir, haciendo el amor en un burdel? Tal vez se pone
nervioso, no se relaja lo suficiente para sentir placer, es natural que la
experiencia resulte disfórica. Sin embargo, otros pueden vivirlo de manera
diferente. Suyo,
Leonardo
La retórica bonachona no convencía a Danton:
Nunca entraste a un puterío, sólo así se explica que hagas una pregunta
tan pendeja. El problema no es la actitud de uno, el problema es la actitud de
la puta. Si a mí me abraza y me besa, ya puedo olvidarme dónde estoy, el
peligro de ser atracado incluso me excitaría. Pero las putas no besan. ¿Ninguno
de los sabios escritores que trataron el tema se lo ha dicho? Hay una
convención internacional que prohíbe el beso a las putas, se respeta más que
las resoluciones de la ONU.
Sólo recuerdo tres excepciones, dos de ellas vinieron a casa, ahí sí se
entregaron sin reticencias, porque estaban en terreno enemigo, y se esmeraron
en complacerme. La última fue una brasileña que me lo dio gratis en la playa de
Copacabana. Fue la única mujer en un mundo de autómatas sexuales, ella se portó como una
amante, no como una puta. Le habré gustado...
Leonardo respondía con frialdad profesional:
Suba al doble la dosis de Valium.
Yo estaba perplejo con el giro de 180º en la actitud de Danton respecto
a las mujeres. ¿Dónde había quedado el amante cortés, con destellos de poeta
oriental? Desvanecido, me dije, esfumado por completo...
¡Acabado el negocio! ¿A quién copiar ahora? Un escritor no puede andar
por ahí buscando mail de gente enamorada, por si alguno resulta tener estilo.
Aparte de eso, debo confesar que Danton seguía atrayéndome, entre él y yo
existía una resonancia secreta. Sólo así puedo explicar que nuestros destinos
se cruzaran justo cuando yo más lo necesitaba. De modo que seguí espiando su
mail, esperando con ansiedad cada nuevo mensaje. Me había transformado en
adicto a esa vida ajena, deseaba conocer sus recovecos íntimos. Los siguientes
mensajes intercambiados con Leonardo se ponían escabrosos:
Hoy entró al asilo una loca sumamente atractiva. Tiene las piernas de un
tostado perfecto, debe pasar varias horas por día tomando sol. Apenas la vieron
los enfermeros y el médico, se desvivieron por atenderla. Ella se sentó en
medio del parque mostrando el culo bajo una falda corta, sin prestarles
atención. Confieso que se me puso el palo de sólo mirar la escena. Tres machos
enloquecidos por una hembra casquivana, provocándolos más allá del límite.
El médico, un residente jovencito, no pudo contenerse y le acarició la
nalga. Por respuesta recibió un cachete en la mejilla, rápido como un latigazo.
En otro entorno, el asaltante se hubiese retirado, humillado, pero en un asilo
de alienados las normas sociales no rigen. En complicidad con los enfermeros la
sujetó y, tras quitarle el vestido, le puso un chaleco de fuerza. Las nalgas
quedaron al aire, espléndidas, enfundadas en una minúscula tanga negra.
Los enfermeros la llevaron hacia un pabellón vacío, para satisfacer en
ella sus bajos deseos. Yo me fui detrás de ellos, llegué justo cuando el médico
iba a cerrar la puerta del pabellón. “Me dejan entrar o cuento todo a la
administración”, dije. Un gesto bastó para cerrar el trato: quedé de campana
mientras ellos violaban a la loca. Después de una hora me dejaron entrar para
cobrar mi premio: la loca estaba de pie, abrazada al poste de un farol, en
medio del pabellón.
Le habían pasado los brazos enfundados en
el chaleco de fuerza por sobre el farol, izándola en hombros. Ahora permanecía
enlazada al poste, con su culo a mi merced. Entré en ella con brío
salvaje, animado por el aullido de los enfermeros; de pronto estaba en el Paraíso,
sin preverlo. El éxtasis de mis sentidos fue tan agudo que deseé morir al
instante. ¿Para qué vivir después del momento perfecto?
Pero aquí estoy, doctor, de nuevo sumido en el sopor de los calmantes.
Alarmado, Leonardo proyectaba tomar cartas en el asunto:
Si creen que pueden violar inocentes
impunemente en ese antro, se equivocan. Iré personalmente a comprobar cuanto me
ha dicho. Si es cierto, tendrán su castigo, no lo dude.
Danton había contestado el mismo día:
Cuidado, doctor, no se vaya a perder
usted en algún pabellón. Aquí ha desaparecido más de un curioso... lo de recién
fue un cuento ¿quién lo va a creer? Examine usted los ingresos recientes, no
encontrará ninguno correspondiente a una mujer joven en el último mes. Quédese
tranquilo y no crea a pies juntillas las fantasías de un desequilibrado... lo
inventé para divertirme.
Leonardo expresaba desconfianza hacia su
paciente:
No pude sacar nada en limpio de mi
visita a la colonia. Pero la actitud del médico residente y los enfermeros no
me gustó... más vale que todo sea un cuento, si no, lo pagará.
Fuese amable y cortés con las damas, o
desconsiderado y brutal, la vida de Danton era una aventura, de eso no cabía
duda. ¿Y si utilizara esos nuevos mail para componer otra novela? Las
feministas pondrían el grito en el cielo, pero eso era lo de menos. Sería una
buena excusa para romper de una vez con ellas, ya estaba harto de mi papel
chichipío. El problema era la editorial. ¿Se animarían con esto?
Decidí tirarme a la pileta sin saber si había agua. Veamos... Violaciones
en azul. Se me ocurrió al leer que el Viagra puede producir alteraciones en
la visión, virando el espectro al azul. Mi protagonista sería un viejo afectado
de priapismo a causa del medicamento, que persigue muchachas azules para
obtener alivio a su erección permanente.
¿Edad? 90 años. ¿Nombre y apellido? Emilio de Ángelis. Inmune al código
penal en razón de su ancianidad, don Emilio era encerrado en un asilo para
alienados, desde donde contaba por mail sus experiencias pasadas y presentes a
su psiquiatra, llamado Leonardo.
Tal el esquema de mi nueva novela. Había sin embargo un crimen... la
doctora Lorena Kovacs, una atractiva residente que rondaba los pabellones
exhibiendo las piernas bajo un breve guardapolvos, desaparecía de pronto sin
dejar rastros. Don Emilio describía su “violación en azul”, aunque tal vez
fuesen sólo fantasías de un sexópata... El psiquiatra tomaba cartas en el
asunto, interrogaba a los internos del asilo uno por uno sin poder quebrar su
pacto de silencio.
Por fin, al fondo del parque descubría un pozo ciego, del cual emanaba
olor a cadáver... la novela terminaba abruptamente, cuando una avalancha de
internos se precipitaba sobre el psiquiatra, enviándolo al fondo del pozo.
Puse punto final, satisfecho. Al menos, la escritura de esta novela no
había resultado una tortura como la anterior. Incluso tenía cierto tinte
policial, conforme a mi propio gusto. El único problema sería convencer a
Chávez...
-¿Vos estás loco? –me soltó por
teléfono apenas hubo leído mi manuscrito; ni siquiera pudo esperar a verme.
-Hay una cosa que se llama tendencia, de tan obvia, ni siquiera se menciona en
el mundo editorial. Vos la estás contraviniendo en esta novela, te van a
crucificar.
-Tranquilo hombre, no pasa nada.
-Mirá Adrian, esta novela podés
publicarla en Irán, o en Egipto tal vez. Acá, no.
-Bueno, listo. Nadie te obliga.
-Perdiste un año trabajando en algo
que no va, y lo sabías de antemano. Ahora tenemos las manos vacías para la
nueva temporada.
-Vos tirás a la basura mi nuevo
libro, y te quejás después de tener las manos vacías.
-Eso no es un libro nuevo, es
retrógrado, machista...
-Bueno viejo, ha sido un gusto
conocerte. Que te garúe finito...
Corté, ofendido. Por mí, puede meterse la tendencia en... No alcancé a
terminar mi pensamiento, cuando sonó el teléfono.
Era él.
-Oíme, Adrian, pará un poco... no
podés echar por la borda nuestra relación profesional...
-Mis novelas ya no te sirven. No hay
razón para seguir juntos.
-Yo no dije eso... sos uno de los
escritores más fuertes del mercado, aunque tus ventas sean irregulares...
-Yo no trabajo en ningún mercado, no
soy verdulero.
-Okey... no te ofendas. ¿Y si retomás
el tema de la mujer criolla y su fantasía erótica con el indio?
-Por mí las criollas se pueden ir al
cuerno.
-Eh... pará viejo... hoy no se puede
hablar con vos.
-Ni hoy, ni mañana. O publican Violaciones
en azul o se buscan otro escritor.
-¿Vos sabés cuánto cuesta promocionar
un escritor nuevo? Ni hablar.
-Problema tuyo.
-A ver... ¿no podrías cambiar el
final? Que la doctora Kovacs se salve, y le meta un rodillazo en los huevos a
don Emilio, para castigarlo por su perversión... después, él cae en el pozo
ciego.
-¿No querés escribir vos la novela?
-Era una idea... igual esos mail no
tienen arreglo. ¿Cómo pudiste cambiar tanto tu estilo?
-La inspiración me lleva donde ella
quiere, y yo obedezco.
-Esta vez te llevó al carajo...
Se hizo un silencio en la línea. Chávez permanecía indeciso, yo
esperaba.
-Bueno, voy a hacer algunas consultas
con la gente de márketing, a ver qué opinan... si deciden publicar te aviso.
Ahora sí, es nuestra última charla, pensé. Sin embargo, tres semanas
después apareció el fotógrafo de la editorial para actualizar mi foto en la
solapa del nuevo libro...
Planisferio ediciones había decidido arriesgar, antes que dar por
perdido el valor agregado de mi seudónimo literario...
Comentarios
Publicar un comentario